Recorrimos desde lo alto, el borde de la muralla, e incluso nos permitimos el lujo de bajar a la orilla, y meter los pues en el océano (agua caliente y gran cantidad de restos de coral arrastrados por la marea)
También entramos en un museo, que además de ser bastante interesante, nos sirvió para coger aire, ya que la humedad y el calor empezaban a ser sofocantes. Y es que justo, cuando estábamos comiendo, una tormenta cayó sobre la ciudad, refrescando por momentos el ambiente.
Antes de abandonar Galle, nos dirigimos a la zona de los pescadores, que estaban 'cambiando el turno', recogiendo lo pescado y vendiendo a los que se acercaban por allí.
Una vez en Unawatuna, cenamos lo que se debe cenar en esta zona costera: atún, gambas, calamares, todo ello con la inseparable Lion de Roberto. Mañana playa.
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